Anoche, saliendo de la zona de prensa del Santiago Bernabéu, coincidí con tres hombres uniformados del Real Madrid en el ascensor. Uno de ellos dio un largo suspiro antes de decir, con tono resignado pero cómplice: “Vaya partido… pero bueno, que esta película ya la hemos visto antes”. Yo, casi por reflejo y metiéndome sin querer demasiado en su conversación, respondí: “No hay nada más bonito que volver a ver tu película favorita”. Los cuatro reímos, compartimos ese pequeño momento de complicidad y salimos del elevador con una seña de despedida, cada uno siguiendo su rumbo.
Mientras caminaba por las afueras del estadio, entre los restos de emoción que aún flotaban en el aire y los últimos cánticos de los hinchas, no dejaba de pensar en aquella frase. Qué razón tenía aquel trabajador del club. Esta película ya la hemos visto antes. Y, sin embargo, no deja de sorprendernos. El Real Madrid ha conseguido que lo extraordinario se sienta cotidiano, que lo imposible parezca una mera formalidad. Nos tiene mal acostumbrados. Asumimos que van a remontar como asumimos que mañana saldrá el sol o que el lunes volveremos a trabajar.
Vivimos en una época donde las volteretas del Madrid en las noches de Champions League son tan inevitables como la muerte o los impuestos. Lo curioso es que, aun sabiendo que puede pasar, nadie se atreve del todo a darlo por hecho hasta que ocurre. Y cuando ocurre, no importa cuántas veces lo hayamos visto antes: vuelve a erizarnos la piel, a dejarnos sin palabras, a hacernos creer —una vez más— en lo que ya deberíamos haber dejado de considerar milagro. Porque, al final del día, esa es la verdadera magia del Real Madrid: repetir lo irrepetible.
Hi, this is a comment.
To get started with moderating, editing, and deleting comments, please visit the Comments screen in the dashboard.
Commenter avatars come from Gravatar.