Hat-trick de Mbappé y baño del Real Madrid a un desalmado Manchester City

Durante años, Pep Guardiola fue ese monstruo que asomaba en cada cruce, una sombra que se colaba por debajo de la puerta aunque todo estuviera en calma. A veces ganaba, otras no, pero siempre estaba ahí, en la cabeza del madridismo, como un trauma con acento catalán. El técnico del Barça de Messi, el de las frases medidas con segundas y las lecciones tácticas. El que hace no tanto metió cuatro y que, hace un año, intentó descoser al Madrid en el Etihad. Todo eso… hasta hoy.

Porque el Real Madrid se dio un festín. El mejor partido de la temporada lo firmó contra su peor pesadilla, en una noche donde todo salió. Fue una exhibición ante un Manchester City sin alma, sin ideas y sin piernas. Un equipo tan plano que, por momentos, ni parecía de Guardiola.

Aviso de lo que venía… en el minuto 4

Había cierto murmullo en la previa, como si el 1-0 de la ida se hubiera quedado corto. Pero el miedo duró lo que tardó Asensio en lanzar un pase largo que Mbappé convirtió en gol con una vaselina de videojuego. Ederson, otra vez, dudando; la defensa, de papel de fumar. Y el Bernabéu, oliendo sangre.

Ahí se acabó el partido. O mejor dicho: ahí empezó la fiesta.

Ancelotti lo volvió a hacer

El Madrid no solo fue superior: fue maduro, sólido, cínico cuando tocaba y explosivo cuando quiso. Eso que tantas veces se le pide a los grandes en Europa. Bellingham trabajó como un box-to-box inglés de los años 90, Rodrygo se vació en defensa y fue clave en ataque, y Valverde volvió a convertir la banda en trinchera.

Guardiola, mientras tanto, se la jugó dejando a Haaland en el banquillo. Si fue por estrategia, le salió horrible. Si fue por molestias, se notó. Porque el City fue un equipo desarmado, sin velocidad, sin pausa, sin nada.

El segundo gol: una sinfonía

La jugada nació en Courtois y acabó con un gol de esos que parecen filmados en plano secuencia. Rodrygo baja el balón como si estuviera en un anuncio, y a partir de ahí: toque, toque, verticalidad. Valverde, Bellingham, Vini, Rodrygo otra vez… y Mbappé, claro. La definición fue casi secundaria. El gol ya había sucedido antes.

Hat-trick y ovación

El tercero fue de crack. Mbappé lo hizo todo: control, pausa, definición cruzada. Ni un defensor cerca, ni un gramo de tensión. Solo Kylian haciendo lo que vino a hacer. Segundo hat-trick en Champions esta temporada. Y más importante: el primero de verdad grande con la camiseta del Madrid.

El Bernabéu se entregó. Cantó contra Guardiola, coreó los «olés», y celebró cada pase como si fuera una declaración política.

El City maquilló, pero no engañó

Llegó un gol inglés sobre el final, pero fue un brochazo tibio en un lienzo ya terminado. Porque lo que se vio fue un Madrid dominante, suelto, y con ese aroma de primavera en Champions que ya huele a clásico. Porque cuando llega febrero y el equipo carbura así, hay que empezar a tomárselo muy en serio.

El Madrid arrasó. El Manchester City desapareció. Mbappé firmó la noche. Y la Champions, una vez más, parece su territorio.

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